Andina y las guirnaldas

Cuántas guirnaldas adornaban la casa de Andina? Caían como por encanto sobre el jardín, cuando el viento se pronunciaba en asedio, tras los días de temprana dulzura de primavera. Los cielos tenían los tonos del azul escondido, ese azul que solo se puede ver en sueños. Los árboles tañían con sus ramas el vaivén del atardecer. Allí mismo, en aquel sendero habían aparecido los muchachos de la feria del pueblo, y todos ellos traían flores en guirnaldas para Andina.

Ella, desde la ventana los veía venir, desde los cristales húmedos por su aliento, por su risa, por su curiosidad. Andina, la hija del alguacil, la que sabe a amores mil, la que tiene los ojos de suave mirada, la de la sonrisa temprana, la que oye los pájaros cantar y se embelesa. Aquella misma.

Ellos llevaban un manto de amor en forma de guirnaldas. La habían visto pasear de la mano de su padre, hacía ya dos días. Y se lo habían prometido. En dos días será el cumpleaños de mi hija, venid con guirnaldas, traed flores, y yo os pagaré bien.

Ese azul conmovedor, esas risas que vienen de lejos, esos muchachos… Andina se aparta de la ventana, esperando que no la hayan visto. El lazo de su pelo va cayendo, dichoso, por entre las almohadas y ella se deja caer sobre su cama. Esperando.

La casa se ha llenado de guirnaldas. De perfumes y de emociones. Los muchachos la llaman desde el árbol de tristes hojas, caídas como lágrimas en abanicos sin orden…. Y la llaman.

Ha pasado cierto tiempo. Caen las piedras de la parte alta. De la ventana no sale nada. Ni siquera humo, ni siquiera la luz de una llama. Las guirnaldas se fueron con el viento, arrastradas hacia la maleza, hacia un lago oscuro, hacia el horizonte incierto.

Andina ya no está. Se la llevaron los guardias, la amenazaron. Y la sacaron del pueblo.

Eran otros tiempos. Tiempos en los que Andina no podía mantener el reloj de su vida. Tiempos de lucha, de olvido, de reyertas.

Andina se fue. Pero las guirnaldas se fueron con ella, y por algún camino todavía van dando vueltas alrededor de una luna de plata. Es el viento, es el lago, es el cuerpo de un fantasma, de un amor olvidado.

Imagen: lorde3

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